Ya le había dado vueltas suficientes. Lo había intentado innumerables veces. Incluso lo había justificado tratando de darle alguna explicación.
Pero en el fondo ahora sabia que jamás hay salidas o soluciones fáciles.
Todos hablaban de dejar expectativas y dejar todo fluir. Fluir. Decían que solo así las cosas llegarían en su momento y la situación encajaría a la perfección. La vida, las relaciones, el trabajo…
Pero ya lo había intentado tanto y no funcionaba. ¿Que dejar todo fluir
no involucra el abandono de la responsabilidad? ¿Y el dejar las expectativas no involucra dejar metas y planes concretos?
Casi como si la vida arreglara y organizara todo mágicamente. Magicamente.
«Fluir» conlleva una fantasia mágica, una distancia con la realidad, con uno mismo y los otros. Una condena a la decepción.
Y es que las cosas no son resultado únicamente del azar. Las cosas suceden porque las imaginamos y porque nos responsabilizamos de ello. El futuro se construye tras planearlo, organizarlo y adaptarse a las situaciones.
La vida no fluye, avanza. Las cosas no se van acomodando, nosotros las vamos creando y organizando.
Y ahora, después de bastante camino podía tener la certeza que no
deseaba una vida, una relación o una amistad que fuera fluyendo; deseaba construir y planear, necesitaba hacer que aquello que esperaba realmente sucediera, manteniendo un equilibrio entre su
auto exigencia y los límites reales.
–Blueberry
