La gente escribía canciones y poemas y novelas con sentimientos como aquellos. Aquellos que se desbordaban y amenazaban con quitarle el sentido y la razón a todo lo vivido. A desquebrantar los esquemas y darles un motivo diferente del cual resultaba impensable modificar tan simplemente.
Los ojos pesaban y las sonrisas se borraban a ratos. Las letras fluían y el sentido parecía ordenarse, aunque fuera en la imaginación. Había pensamientos sin desenredar, volaban por no encontrar un final…
Sentimientos que se habían camuflajeado con cientos de explicaciones y justificaciones que, si no se prestaba suficiente atención, tenían sentido. Pero no podía ser así. Vaguedad que funcionaba para burlar la realidad y la vivencia. No se sentía así. Había más.
Y ahora entendía que, nunca fue como creía haberlo vivido. Que la historia se entendía siempre dependiendo cómo y desde dónde se leía. Había sido una pseudo-asimilación y contención de algo que había decidido tolerar tiempo atrás… pero la historia ahora tenía más caras, era más compleja.
Había errores que parecían casualidad. Casualidades como intento de explicación de lo que no hace sentido en el interior… una negación del otro lado de la historia y la vivencia fuera de uno mismo. No existe la casualidad.
Quizá no habría final. O quizá el final era aceptar la pérdida de la espera de comprender todo y vivir con el hecho de que solo podremos ver nuestro lado de la historia, sin negar las otras caras, aún cuando éstas sean desconocidas. Aceptar vivir sin conocer el otro lado de las historias y el por qué de su conclusión.
-Blueberry